La Pizarra, calle de Málaga por J. Oses, 1873
De formidable valía técnica, parece emular un cuadro de pintura costumbrista decimonónica. No fue éste el ánimo del autor: la escena no es deliberadamente teatral. Constituye, por el contrario, una manifestación del vehemente sentimiento de curiosidad que hubo de suscitar entre nuestros tatarabuelos la irrupción de un fotógrafo en la Pizarra del último tercio del siglo XIX.Su autoría pertenece, según la firma al pie, al célebre como nebuloso J. Oses, a quien Juan Antonio Fernández Rivero no yerra en calificar como "uno de los mejores retratistas malagueños del siglo [...] entre los fotógrafos de más calidad, junto a Spreafico" en su Historia de la Fotografía de Málaga durante el siglo XIX.
¡Brillante la creación, aunque oscuro el creador!, por cuanto aún su nombre de pila se ignora: ¿José? ¿Joaquín? ¿José Joaquín? No constan, sin embargo, diversas circunstancias atañentes a los trabajos fotográficos del señor Oses por vía de la tradición oral. Amén de la Calle de Málaga, el singular visitante fotografió la villa desde el Puerto de la Ermita (sic) así como a su venerable moradora desde el siglo XVI, Nuestra Señora de la Fuensanta. Este aúreo tríptico imaginario fue propiedad inicial de Doña Antonia Montes Doncel y, por título de herencia, de su nieto, nuestro amable coterráneo D. Francisco Infante Prieto, vecino de Écija y máximo fotógrafo de este municipio de todo el siglo XX, quien tuvo el laudable gesto de acrecentar nuestro patrimonio histórico mediante su donación al Ayuntamiento de Pizarra el día 14 de agosto de 2007. Su abuela materna, niña aún, conoció al autor, estampó luego su nombre al dorso de las cartulinas originales y facultó a su nieto, merced a sus confidencias, a datar la toma hacia 1873, fecha algo temprana bajo el dubitativo critero del que subscribe, si bien no en demasía.
En cuanto a la visión perspectiva y retrospectiva de nuestras calles admirablemente desplegada ante nosotros, no es menester decir mucho sino mirar mucho, pues encierra en sí misma un poder casi mágico de captar la atención y alimentar la imaginación de quien mira y admira. La Plaza de la Constitución, antaño Plazuela del Pósito, de superficie terriza en primer término. La dilatada Calle de Málaga, bien empedrada, con la Barranquilla a un lado y la Cruz al otro. La Carretera de Málaga, inaugurada en 1859, que vadeando el Arroyo Hondo asciende zigzagueante desde el Cerrillo hasta el Peñón de Cuenca con sus respectivas casas de labor, y desde allí hasta el Prado Redondo y el Puerto de Málaga. La esquina de la Calle Alta con su primigenio alumbrado público y su tablón de anuncios debajo. El jinete a lomos de borrico y ancho sombrero encasquetado. La niña pulcramente vestida de primera comunión. Los niños alineados, entre expectantes y risueños (uno de ellos un Lloret). El cerdo tumbado a la sombra de la casona de rejas magníficas y airosos tejados. Hombres y mujeres de faena, bestias enjaezadas, casas encaladas, hazas y mieses ... la vida en definitiva, detenida en una efímera fracción del tiempo para la eternidad de la memoria.
Alejadro Rosas Fernández
Artículo publicado en "Apuntes historicos de Pizarra"
Boletín del Ayuntamiento "Pizarra Información" nº3 (Noviembre-Diciembre 2007)
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